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Lee aventuras, vive aventuras...

¡Bienvenidos a todos!

¡Bienvenidos a todos!

En este blog queremos mostraros que la lectura es una actividad con la que disfrutas y aprendes muchas cosas.Hay un apartado de cuentos (este), otro blog de trabalenguas, adivinanzas y sopa de letras, que accederéis pinchando aquí (http://leeaventuras1.blogia.com) y otro apartado con una selección de novelas juveniles, que accederéis pinchando aquí (http://leeaventuras2.blogia.com)  Poco a poco iremos añadiendo muchas cosas para que disfrutéis del placer de la lectura.En estos blogs también pedimos que nos ayudéis a crear cuentos, dibujos sobre adivinanzas y todo lo que se os ocurra y pueda aportar, disfrutad y ¡¡vivir muchas aventuras!!!!Nos podéis enviar todo a: nos.gusta.leer@gmail.com Ilustración de: J. Mª de Calatrava

EL PAÑUELO DE COLOR NARANJA

EL PAÑUELO DE COLOR NARANJA

 

Fina tenía un pañuelo color naranja
Todos los días, Fina lavaba su pañuelo color
naranja con agua y jabón y lo colgaba en la soga
para que se secara.
Un día, el viento se levantó muy temprano y cuando el viento se levanta muy temprano, tiene tiempo para correr y jugar.
El viento vio el pañuelo de Fina colgado en la soga; entonces lo descolgó y se lo llevó.
El pañuelo en el viento ya no era un pañuelo color naranja, era un pájaro color naranja que volaba y volaba. El pájaro color naranja se posó en la rama de un árbol y empezó a cantar.
El pájaro en la rama ya no era un pájaro color naranja, era una naranjita dulce y madura.
Entonces, cuando Fina vio la naranjita en la rama, se puso a cantar una canción de cuna que su mamá le cantaba cuando era pequeñita.
"Naranjita dulce
mi botón de azahar
despierte que es hora
de ir a jugar."
La naranjita dulce cayó sobre el campo verde.
La naranjita en el campo ya no era una naranjita, era una flor color naranja.
Era la flor del azafrán, que crecía como una estrella en el suelo.
La flor en el suelo ya no era una flor color naranja, era un pañuelo color naranja, el mismo pañuelo que Fina lavaba todos los días con agua y jabón y colgaba en la soga para que se secara.
Si  encuentras a Fina paseando por el campo, avísenle que su pañuelo color naranja ya no lo tiene el viento; está dobladito y planchando adentro de este cuento que yo les he contado.

UNA ESTRELLA SIN BRILLO

UNA ESTRELLA SIN BRILLO

Hace mucho tiempo, una estrella sin brillo pasaba por la luna llena, mientras que por el firmamento pasaba una estrella fugaz. La estrella sin brillo soñaba ser como ella, pero como no tenía brillo no podía serlo.

La estrella sin brillo le preguntó a la luna llena -¿Cómo puedo ser una estrella fugaz? La luna le dijo: -No lo sé, mi estrellita, debes confiar en ti.

La estrella quedó confundida, con dudas y fue a ver como estaba la estrella fugaz, ella estaba bien. Entonces, ella cerró sus ojos y deseo con toda su alma ser una estrella fugaz que volaba por toda la galaxia.

Al abrir los ojos se dio cuenta que era una bella y linda estrella fugaz.

EL TIBURON AZUL

EL TIBURON AZUL

 Había una vez un niño llamado Lalo, era un niño bueno que amaba mucho a los animales.
Su padre era pescador y salía en su lancha todos los días a trabajar.
Un día en las redes de su padre cayó un pequeño tiburón azul y el niño lo arrojó de nuevo al mar.
Pasó el tiempo, cuando Lalo era un jovencito y ayudaba a su padre a pescar, cayó de la lancha en una zona de tiburones.
Todos pensaron que Lalo iba a morir cuando veloz un gran tiburón azul lo salvó, llevándolo a la orilla, era el mismo tiburoncito que Lalo había salvado.

LOS MUSICOS DE BREMEN

LOS MUSICOS DE BREMEN

 Había una vez un burro que trabajaba en una granja.        Cuando el burro se hizo viejo, su amo decidió llevarlo al matadero. Pero el burro descubrió sus planes y escapó de la granja.        -¡Qué injusticia! He gastado toda mi vida y mis fuerzas al servicio del amo... ¡y mira cómo me lo agradece! -murmuraba el burro.        Entonces, pensó ir a la ciudad de Bremen para hacerse músico de la banda municipal.        Por el camino encontró a un perro de caza y le preguntó:        -Amigo, ¿por qué corres con la lengua fuera?        -Porque soy viejo y mi amo quiere matarme...        El burro escuchó todas las desgracias del perro y dijo:        -Compañero, vente conmigo a Bremen y nos haremos músicos de la banda municipal. Yo tocaré la guitarra y tú el tambor.        Al cabo de un rato, el burro y el perro se encontraron con un gato.        -Compañero, ¿por qué estás triste? -le preguntaron.        -Como ya soy viejo, mi ama quería ahogarme. Por eso he escapado y ahora no sé cómo voy a ganarme la vida...        -No te preocupes -le dijeron-; tu historia es igual que la nuestra. Ven con nosotros, nos haremos músicos.        Un poco más adelante, el burro, el perro y el gato oyeron a un gallo que cantaba, parecía que se iba a romper la garganta.        El gallo les dijo:        -¡Qué injusticia! Toda la vida he trabajado de despertador y mañana piensan echarme a la sopa... Ahora, canto hasta desgañitarme mientras puedo.        Entonces, el burro le dijo:        -¿No tienes cerebro debajo de esa cresta? Vente con nosotros a Bremen. Vamos a ser músicos de la banda municipal.        Pero la ciudad de Bremen estaba lejos y la noche se les echó encima a medio camino. Los cuatro músicos decidieron pasar la noche junto a un árbol grueso.        El burro y el perro se quedaron bajo el árbol, el gato trepó a una rama y el gallo se encaramó a la rama más alta.        Desde aquella altura, el gallo gritó:        -¡Se ve una luz a lo lejos...!        -Vamos allá, compañeros -dijo el burro-; seguro que es mejor posada que ésta.        Cuando llegaron a la casa, el burro se asomó a una ventana y dijo:        -Hay un grupo de bandidos sentados a la mesa. Tienen preparada una cena fastuosa.        Los animales, después de alguna discusión, prepararon un plan para echar a los bandidos.        El burro apoyó las patas delanteras en la ventana; el perro se puso encima del burro; el gato se encaramó sobre el perro y el gallo, sobre la cabeza del gato.        A una señal, todos comenzaron su música: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cantaba. Y, a una señal, todos se echaron sobre la ventana. El cristal se rompió en mil pedazos y los bandidos gritaron asustados:        -¡Fantasmas! ¡La casa está embrujada!        Y todos huyeron aterrorizados al bosque.        Entonces, los cuatro músicos de Bremen se sentaron a la mesa y dieron buena cuenta de todos los alimentos. Cuando terminaron de cenar, apagaron la luz y se acostaron.        Cuando los bandidos se tranquilizaron, el capitán mandó a uno que fuera a la casa para espiar.        El bandido entró sin hacer ruido; al fondo de la habitación brillaban los ojos del gato. El bandido pensó que era fuego y acercó una cerilla para encender una vela.        Entonces, el gato se lanzó sobre él y le arañó la cara; en su huida tropezó con el perro y éste le mordió en una pierna; finalmente, el burro le atizó una coz tremenda.        Cuando escapaba aterrorizado oyó cantar al gallo:        -¡Quiquiriqui!        El ladrón volvió junto a sus compañeros y les dijo:        -En la casa hay una bruja horrible. Nada más entrar me arañó la cara. Luego, me agarró la pierna con unas tenazas y un mostruo negro y peludo me golpeó con una porra. Cuando escapaba, un fantasma gritó: «¡Traédmelo aquí!»        A partir de aquel día, los bandidos no se atrevieron a volver a la casa y los cuatro músicos de Bremen se quedaron en ella para siempre. 

EL CARACOLILLO GUSTAVILLO

EL CARACOLILLO GUSTAVILLO

 

Gustavillo era un caracolillo que vivía feliz en el fondo del mar; se mecía al ritmo de las corrientes marinas, reposaba en la arena, buscando algún rayo de sol y de vez en cuando daba sus paseos.
Un día un cangrejo le vio y le dijo:
- ¿puedo vivir contigo?
Gustavillo se lo pensó dos veces y al final decidió ser, como un antepasado suyo un cangrejo ermitaño.
Empezaron a vivir juntos el cangrejo dentro del caracol y al poco comenzaron los problemas: el cangrejo se metía las pinzas en la nariz, hacía ruidos cuando comía, no ayudaba en la limpieza, etc.
Una mañana Gustavillo le dijo al cangrejo todo lo que no se debía hacer, con paciencia , explicándole que:
- Hurgarse en la nariz, es de mala educación y además puede hacer daño
- Se mastica siempre con la boca cerrada
- Hay siempre que colaborar en la limpieza y orden de dónde se vive.


El cangrejo se quedó callado, salió de la casa y se perdió durante varios días. Cuando volvió habló con Gustavillo y entre los dos juntitos hicieron una lista de las cosas que, para estar juntos, debían hacer para que todo funcionara bien.
A partir de ese momento se acoplaron a convivir juntos y fueron muy, muy felices, el cangrejo, daba a Gustavillo largos paseos y el caracolillo arropaba al cangrejo cuando había marea.

 

¡ Y colorín colorado, este cuento has terminado!

EL SOL

EL SOL

 Un nuevo día, había llegado, y nuestro amigo el Sol ya estaba listo para salir.Desde bien temprano, ya estaba preparándose para que el día fuera " Un Gran Día ". Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color.Nuestro amigo el Sol estaba muy contento, pues ninguna de esas nubes traviesas habían venido a tapar su resplandor hoy.Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque, la playa... y se sentía feliz porque sabía que en parte era gracias a él.Observando a un grupo de niños, escuchó como contaban lo que iban a hacer cuando se hiciera de noche, el Sol escuchó muy atento como uno de esos niños decía: " Que ganas tengo de que se haga hoy de noche, porque son las fiestas de mi pueblo y esta noche van a celebrarlo, llenando el cielo de brillante cohetes, cohetes que son como estrellas..."El Sol se puso muy triste y no quiso seguir escuchando. El también tenía ganas de ver esos cohetes, pero sabía que no podía ser.Llegó la noche y el Sol se escondió. Esa noche estuvo muy triste pensando en lo bien que se lo estaría pasando todos viendo esos bonitos cohetes.Tan triste estaba que estuvo varios días sin salir, se pasaba todo el día escondido.Un día cansado de esa soledad decidió salir y se dio cuenta de que todos al verle estaban muy contentos y se notaba que le habían echado mucho de menos. Entonces se sintió muy feliz y se dio cuenta de que, aunque no siempre podemos hacer lo que nos gusta debemos sentirnos felices de lo que somos e intentar que todos los demás también lo sean.¡ Y colorín colorado, este cuentos has terminado!

 

JIMMY, EL CIEMPIÉS.

JIMMY, EL CIEMPIÉS.

Jimmy el ciempiés, vivía cerca de un hormiguero. Su gran afición era bailar. Tenía unas patitas ágiles como las plumas. Le encantaba subirse encima del hormiguero y empezar a taconear. Jimmy cantaba: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor!. Era muy molesto oír tantos pies, retumbando y retumbando sobre el techo del hormiguero. Las hormigas asustadas salían para ver lo que ocurría. El ciempiés seguía cantando: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor! ¡Otra vez Jimmy! decía: la hormiga jefe. ¡No podemos trabajar, ni dormir! ¡No puedes irte a otro sitio a bailar!La hormiga jefe ordenó a su tropa de hormigas que llevaran a Jimmy a otro lugar. ¡No, hormiga jefe! ¡Ya me voy! Dijo Jimmy. Jimmy se acercó a la casa del señor topo. Se puso al lado de la topera y vuelta a taconear. Seguía con su canción: ¡Ya está aquí, el mejor, el más grande bailaor! El señor topo enfadado, salió y le dijo: ¡Jimmy, estoy ciego pero no sordo!¿No puedes ir a otro sitio a bailar? Jimmy estaba un poco triste, porque en todas partes molestaba. Cogió sus maletas y se marchó de allí. Empezó a caminar y caminar, hasta que estaba tan cansado que no tuvo más remedio que descansar. Se quedó dormido bajo un árbol. Cuando despertó al día siguiente, estaba en un campo lleno de flores. ¡Este será mi nuevo hogar! : dijo el ciempiés. Tanto se entusiasmo Jimmy, que no se dio cuenta que un gran cuervo estaba justo encima de él, en el árbol. Jimmy se puso a taconear con tanta alegría que llamó la atención del cuervo. El cuervo inclinó el cuello y vio a Jimmy taconeando. ¡Pobre Jimmy! El pájaro se lanzó sobre él, con gran rapidez. Abrió su bocaza y cogió al ciempiés. El ciempiés gritaba: ¡Socorro, socorro! Un cazador, que andaba por allí, observo, al cuervo volando. No le gustaban mucho los cuervos, pues él creía que le daban mala suerte. Hizo un disparo al aire para asustarlo. El cuervo soltó al ciempiés. Al caer, el ciempiés se dio un gran batacazo. Esto le sirvió de lección. Aprendió a ser más responsable y fijarse bien dónde se ponía a bailar. Buscó un lugar seguro y allí danzaba y bailaba. No molestaba a nadie ni a él, le molestaban. Así fue como el ciempiés empezó a ser respetado por todos, y a tener empatía por las personas que “sufrían” su baile.

 

¡ Y colorín colorado, este cuento has terminado!

EL NIÑO PEQUEÑO

EL NIÑO PEQUEÑO

  "Había una vez, un niño pequeño que comenzó a ir a la escuela. Era bastante pequeño y la escuela muy grande. Cuando descubrió que podía entrar en su aula desde la puerta que daba al exterior, estuvo feliz y la escuela no le pareció tan grande.     Una mañana, la maestro dijo:
    - Hoy vamos a hacer un dibujo.
    - ¡Qué bien!- pensó el pequeño-.     Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestra dijo:     - ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a dibujar flores.
    - ¡Qué bien! -pensó el niño.     Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y azules. Pero la maestra dijo:     - ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! - y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un tallo verde. Ahora -dijo- pueden comenzar.     El niño miró la flor que había hecho la maestra y la comparó con las que él había pintado. Le gustaban más las suyas, pero no lo dijo. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con un tallo verde, tal como la maestra lo indicara.     Otro día, la maestra dijo:     - Hoy vamos a modelar con plastilina.
    - ¡Qué bien! -pensó el niño.     Le gustaba la plastilina y podía hacer muchas cosas con ella: víboras, hombres de nieve, ratones, carros, camiones; y empezó a estirar y a amasar su bola de plastilina. Pero la maestra dijo:     - ¡Esperen, aún no es tiempo de comenzar! Ahora -dijo- vamos a hacer un plato.
    - ¡Qué bien!- pensó el pequeña-.     Le gustaba modelar platos y comenzó a hacerlos de todas formas y tamaños. Entonces la maestra dijo:     - ¡Esperen, yo les enseñaré cómo! - y les mostró cómo hacer un plato hondo-. Ahora ya pueden empezar.     El niño miró el plato que había modelado la maestra y luego los que él había modelado. Le gustaban más los suyos, pero no lo dijo. Sólo modeló otra vez la plastilina e hizo un plato hondo, como la maestra indicara.     Muy pronto, el pequeño aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar, y a hacer cosas iguales a la maestra. No volvió a hacer nada él sólo.     Pasó el tiempo y, sucedió que, el niño y su familia se mudaron a otra ciudad, donde el pequeño tuvo que ir a otra escuela. Esta escuela era más grande y no había puertas al exterior a su aula. El primer día de clase, la maestra dijo:     - Hoy vamos a hacer un dibujo.
    - ¡Qué bien!- pensó el pequeño, y esperó a que la maestra dijera lo que había que hacer; pero ella no dijo nada. Sólo caminaba por el aula, mirando lo que hacían los niños. Cuando llegó a su lado, le dijo:     - ¿No quieres hacer un dibujo?
    - Sí -contestó el pequeño-, pero, ¿qué hay que hacer?
    - Puedes hacer lo que tú quieras - dijo la maestra.
    - ¿Con cualquier color?
    - ¡Con cualquier color - respondió la maestra-. Si todos hicieran el mismo dibujo y usaran los mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cual!     El niño no contestó nada y, bajando la cabeza, dibujó una flor con un tallo verde".   ¡Y colorín colorado, este cuento has terminado!

LOS TRES CERDITOS.

LOS TRES CERDITOS.

 

   En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.

    El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.

    El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.

- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.

    El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.

    El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.

    Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.

    Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.

    Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.

¡Y colorín colorado, este cuento lo has terminado!

CAPERUCITA ROJA

CAPERUCITA ROJA

   

Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

    Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.    Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...    De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.    Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.    Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.    El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.    La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.    Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.    El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.    Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.         En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.¡Y colorín colorado, este cuento has terminado!

[Cuento folclórico. Texto completo]

                           Anónimo

Bibliografía.

Bibliografía virtual.

Cuentos:

http://pacomova.eresmas.net/

http://www.pequelandia.org/cuentos/

http://www4.loscuentos.net/

http://www.ciudadseva.com/bdcs/1contecu.htm

http://personales.mundivia.es/llera/cuentos/cuentos.htm

 

Adivinanzas, trabalenguas y sopa de letras:

http://www.elhuevodechocolate.com/trabale1.htm

http://www.adivinancero.com/

http://www.terra.es/personal/kokopaco/adivinanzas/adivina.html

http://www.pekegifs.com/pekemundo/sopadeletras/sopadeletrasinfantiles.htm